El mapa de la memoria junio 8, 2021 – Publicado en: Uncategorized

Por Diego Ravenna

La mirada de quien coloniza ubica el mundo del colonizado en un más allá mítico e inaccesible. Lo que la poesía de Lialiana Ancalao Meli hace en Rokiñ. Provisiones para el viaje (Espacio Hudson, 2020, edición bilingüe español / mapuche) es justamente desandar esa violencia para demostrar que están todavía acá, aquellos hombres y mujeres que pueblan estas tierras, que junto con el viento, el aire, los árboles son, en definitiva, sus habitantes más antiguos. Lejos, más allá, las derrotas y las conquistas pero “acá una sequía que avanza en remolinos”; “el más acá y el sedimento de un lago”, “el tan acá y un incendio de bosques imparable”.

La de Liliana es una poesía de la naturaleza pero en el sentido más profundo y amplio de esta afirmación: por todas partes, allí donde hay vida, hay una única y misma fuerza manifestándose y desplegándose; una fuerza que restituye lo que nunca fue olvidado y por eso puede decir que “acá el murmullo de los árboles / habla el mapuzungun / y hay que pedir permiso al dueño de la vertiente / para andar por esta sombra” o también afirmar en otro poema que “las napas de la memoria / se distingue en la tierra”.

 

Ser uno con la naturaleza no es, entonces, permanecer en un estadio anterior a la disociación a la que fue condenada por la colonización occidental. Tampoco se trata del retorno a algún lugar idílico; sí, de permanecer cerca de lo que fue y es violentado: la resistencia a ser reconocidos únicamente como existencia del pasado. “No existe para nosotros / un lugar en el más allá” dice en otro de los poemas.

Liliana escribe desde la carencia de quien tiene que aprender su lengua materna y redescubrir el mundo, pero su poesía es una poética del exceso, pues en ella habla lo que no pudo ser aniquilado, lo que todavía resiste. Por eso no hay resignación en su voz. Hay, por el contrario, lucha; y sobre todo una gran comprensión de las heridas que persisten así como de las fuerzas que sostienen la vida y hacen posible que continúe. Dice en el poema ngen kütral:

“Y no nos sale incendiar catedrales

Ni apilar biblias ni deshojarlas al viento

ya

ni escupir palabras sobre las investiduras

de los cazadores de almas

que siguen llegando como tábanos

furtivos

a infectarnos nuestras lastimaduras

sí guardar en el cuerpo la memoria (…)

en el círculo de piedras

soplar su nombre venerable

Chonoiwe Kushe Chonoiwe Fucha

a las brasas

despiertas todavía”.

Poetizan sus poemas la experiencia de esas familias que tuvieron que ceder ante el avance de una cultura que les fue impuesta, de ciudades que avasallaron las tradiciones y formas de vida que se tenían antes de la conquista y que, pese a todo, permanecen. Y como si ningún universo les fuera ajeno, también pueden poetizar sobre las tortas fritas o la tarea doméstica de descongelar la heladera; hasta dedicarles un poema bestialmente conmovedor a los peones, muchos de ellos habitantes originarios que fueron asesinados en las huelgas en el sur patagónico allá por los años veinte del siglo pasado.

 

 

Dice Liliana Ancalao Meli en ese tremendo manifiesto que escribe a modo de prólogo al libro “Escribo para que haya un mapa que registre este genocidio”. Poesía que nace del desgarro y se vuelve mapa para la construcción de la memoria.

La poeta norteamericana Denise Levertov sostenía que la poesía cuando revela la interdependencia de las cosas en su sentido de pertenencia (y no de dominación) es una escritura política. Que valga entonces la poesía de Liliana Ancalao Meli como uno de sus exponentes más bellos, necesarios y persistentes.

Rokiñ. Provisiones para el viaje (2020)

Autor: Liliana Ancalao Meli

Editorial: Espacio Hudson, edición bilingüe español / mapuche

Género: poesía

Fuente: solotempestad.com

 

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