Lo incierto como compostaje de la palabra febrero 16, 2022 – Publicado en: Poesía

Por Tes Nehuén

«Mi mundo desbordado se fugó por todas partes». Es difícil leer la poesía de Arturo Borra sin sentir una especie de conmoción. En ella el sacudón de la pérdida se ve enfrentado a las posibilidades que permite el lenguaje: la idea de encontrar una patria nueva en la palabra y en el mundo compartido. En su libro más reciente, El azar de la historia (Espacio Hudson), nos encontramos con la reafirmación del hueco que supone la huella apátrida y la luz que aguarda en lo enigmático. La redondez que ha alcanzado la estética de Borra en los últimos años es admirable: sus versos son aguijones perfectos, capaces de tocar donde duele con la menor cantidad de palabras posibles; palabras que siempre vienen acompañadas del buen gusto estético, ¡eso que le pedimos a la poesía! Un libro fabuloso que es una bandera al desarraigo.

El control del descontrol

Hay una búsqueda estética que nos ofrece El azar de la historia y que está muy por encima de lo que una está acostumbrada a leer: la incertidumbre como única posibilidad de entendimiento. En una época en que la egolatría creativa convierte la poesía en un espacio de certezas o formulaciones concretas y petulantes, la voz de Borra se aferra a lo incierto, a lo desconocido. Este libro parte de ese espacio inconcreto —lo que controla nuestra vida es el azar— y desde ahí propone nuevas formas de libertad y alegría. Quizá ésa pudiera ser la primera gran premisa de este poemario. Leemos: «Lo imprevisible fractura nuestra geografía íntima».

La idea que tenemos del sentido de «patria» cambia a medida que crecemos —si hemos sido capaces de ahuecar nuestra mente con esas preguntas importantes— o permanece intacta, só(l/rd)ida —si hemos preferido viaje involuntario y superficial—. El camino de la exploración identitaria, que en la obra de Borra es un tema reincidente, no requiere necesariamente el desprendimiento de la geografía, aunque generalmente lo acompañe. Esto significa que en el origen del desapego no está el viaje sino la incertidumbre. Esto es lo que viene a decirnos Borra. La necesidad de ordenar ese mundo interior que es huérfano de patria, obliga a la voz poética a precisar primero el lugar desde el cuál va a enunciarse. Descubrimos entonces que es imprescindible un lenguaje roto, espacioso, impredecible: las frases se interrumpen o los poemas establecen largas conversaciones sin fondo. «Entonces «patria» ya no significó nada: punto ínfimo en un mapa, recuerdo vacilante quemando los ojos».

Para convertirse en apátrida hay que quedarse suspendido en una especie de realidad ficticia o fantasiosa. Lo peculiar es que para alimentar este deseo es necesario haber metido las manos en el vientre del mundo. Haber comprendido la tiranía, el dolor de los desamparados, la violencia de las leyes de inmigración, la desprotección de los sin tierra. ¿Cómo desear ser patriota de un suelo que es herida abierta en los hermanos? Sin duda, la capacidad de observación deviene desapego patriótico. Ahora bien, Borra va un poco más allá. ¿Se puede realmente partir para siempre? Quizá en estas inquietudes muchos extranjeros nos sintamos contenidos y podamos pensarnos mejor. «¿Pero quién puede partir? / ¿Quién asume el deber sin quedarse en lo que abandona?»

«La memoria es una casa inundada«. Nada nos impulsa con tanta intensidad como la memoria. Nuestros viajes incontables al pasado nos permiten reconocernos en la herida. Sobre la memoria existe muchísima bibliografía poética, pero la que interesa a Borra no es ella sino su cara opuesta: aquello que olvidamos. La memoria nos forma, nos permite reconstruirnos, pero también en la memoria está lo perdido. «Si cada recuerdo nos hace existir, ¿qué inconsistencia traza el olvido?» Borra intenta llegar al fondo de la pregunta, asirse a un lenguaje que permita transitar en ese espacio de orfandad donde reina la inquietud.

 

En lo que olvidamos también el azar juega un importante papel. «Mi sombra respira en el azar de la historia», leemos. Lo que somos no es tanto el producto de nuestras decisiones como de nuestros desvíos. La imposibilidad de controlar la existencia como nos gustaría y las infinitas posibilidades que surgen ante nosotros a cada instante producen una existencia que jamás podríamos haber imaginado. La vida, esa cosa tan sólida y tan evanescente donde todo es sorpresa.

Rebelarse a lo real

La posibilidad no puede estar en el mundo, en lo real. Nuestra búsqueda debe aferrarse a lo desconocido, a la esperanza de un mundo distinto. Apalancados en la realidad jamás seres capaces de construir espacios de luz. «Aferrados a la promesa, nos hundimos en lo real». ¿De qué forma entonces, reconstruirnos? Tal vez, como propone Borra, desde la intuición de la luz en el encuentro de los ojos, en la búsqueda de una identidad híbrida, amorfa, incapaz de aferrarse a una ideología acartonada, con ojos sólo para el deseo y para observar a los otros, los mundos fantásticos que los otros han soñado para ellos.

El azar de la historia se compone de un conjunto de poemas que tienen en común esa pregunta de la que hablábamos, pregunta sobre el yo. Sin embargo, es difícil llegar a comprender de forma nítida cómo esta conformada esa identidad. Y es que encontramos un juego constante de identidad. Los desencuentros amorosos, las pérdidas del camino, las dudas, que se hacen luz en estos versos nos permiten asimilar una identidad difusa donde puja el deseo de vivir, el deseo de construir(re/se) sin asidero, con un único capital: la palabra y el deseo. Por ellos apuesta Arturo Borra en este poemario fascinante. «En el desamparo de la escritura, la incertidumbre se llenó de murmullos»

No tenemos alternativa. Para ser libres verdaderamente tenemos que escoger un camino de soledad y silencio. Ésta es la propuesta de este libro. En esa invisibilidad, la invitación de este libro. «Volverse apátrida» para descubrir que hay un mundo infinito en cada lugar. Porque es éste el único camino posible, el único espacio en el que podemos «inventar un lugar para la pregunta». Delirar. Esta palabra que aparece mucho en la obra de Borra me parece elocuente y ambiciosa, necesaria para los tiempos que corren. Leemos: «Nosotros deliramos -y en el delirio desafiamos los escombros».

¿Acaso puede existir una mejor promesa que la intención de reconstruirnos cuando todo lo que conocíamos ha desaparecido? Me parece una buena meta, la única fe posible, en estos tiempos tan áridos que atravesamos. Ahí, la luz, la esperanza de las múltiples posibilidades que nos aguardan y que no podemos predecir, la parte de la historia que no depende de nosotros, que no podemos controlar, el azar de la experiencia. Sobrevivamos en estos poemas, repitiendo ese mantra luminoso: «Sobrevivir es el arte del desplazamiento».

Fuente: Bestia Lectora

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