Las escenas más famosas de “Fahrenheit 451”, una de las novelas más logradas de Ray Bradbury, fueron recreadas en los últimos días en la Argentina. Pero, en la versión criolla, la quema de libros dejó de ser una ficción para adoptar, dramáticamente, visos reales. El fuego que se llevó puestos buena parte de los bosques nativos, ganado, vidas humanas, decenas de casas y miles de sueños de los pobladores de la Comarca Andina del Paralelo 42° -en el noroeste de Chubut- también convirtió en cenizas los 2 mil libros que atesoraba el depósito de la editorial Espacio Hudson, en el paraje Cerro Radal.
A simple vista, el lugar podía resultar apenas un mojón ínfimo en la inmensidad cordillerana. Sin embargo, se había erigido en un faro destellante, que no convenía pasar por alto si uno tenía interés en conocer de primera mano el valioso patrimonio literario forjado durante décadas por autores patagónicos.
El intercambio cultural que surgía en esa posta cercana a Lago Puelo entre los lugareños –muchos de ellos, descendientes de pueblos originarios- y sus huéspedes podía adoptar la forma de una charla informal junto a un fogón o un encuentro con artistas de la región, siempre con los libros y el mate a mano.
La triste imagen de los libros quemados en el Sur remite a los desatinos de la historia reciente y se detiene en los más de 70 mil volúmenes de la Editorial Universitaria de Buenos Aires (EUDEBA), secuestrados y destruidos en febrero de 1977 por el fuego de la dictadura. Ahora ya no soplan vientos de censura en el país, pero sombras todavía parecen empecinadas en ofender el sentido común apelando al fuego como forma de expresión.